miércoles, 16 de septiembre de 2009

PANDEMIA EDUCATIVA

Pandemia educativa
LUIS MIGUEL MARTÍN RUBIO

Lunes, 14-09-09

LA semana pasada daba comienzo el curso escolar, de nuevo se repetían las imágenes de todos los años, autobuses escolares que vuelven a formar parte del paisaje cotidiano, uniformes y padres con la emoción contenida al ver como sus hijos inician una nueva etapa que ha de servir, teóricamente, para consolidar su formación personal y la adquisición de conocimientos.

Pero también un año más las imágenes de colegios que aún no están preparados para el comienzo del curso o la triste y, por desgracia, desagradable estampa que componen las manifestaciones y reacciones de padres que no pueden mandar a sus hijos al centro educativo deseado y que la mala fortuna del sorteo los dejó sin plazas. Por desgracia los intereses de los gestores públicos no coinciden con la mayoría de los padres que optan por un tipo de educación para sus hijos que incompresiblemente cada vez encuentra más dificultades para el aumento de la oferta escolar. Es curioso que donde se dan los problemas es para acceder a los colegios generalmente de carácter religioso y concertados. Y, además para complicar un poco más la cuestión, a partir del curso próximo en el territorio de nuestra comunidad autónoma, se limita aun más la libertad de los padres para elegir un colegio concertado con educación diferenciada, opción que tan sólo será posible, si no hay marcha atrás, para las economías pudientes que puedan optar por los colegios privados sin concierto, un agravio más que diferenciará a los ciudadanos de diferentes autonomías creando una desigualdad de derechos y oportunidades dependiendo del territorio donde se resida.

Ha coincidido el comienzo del curso escolar con la publicación del informe de la OCDE con las cifras correspondiente al año 2007, y los datos no engañan por más que se fuercen para intentar buscar el lado más favorable, nuestro país sigue estando a la cola de los índices internacionales en materia educativa en donde se aprecian carencias ciertamente graves.

Los síntomas de esta pandemia van desde el fracaso escolar, donde en la enseñanza pública alcanza un porcentaje alarmante, o el dislate de pasar al curo superior con tres o cuatro suspensos, y ello dependiendo de la comunidad autónoma donde el alumno curse sus estudios. Pasando por el adoctrinamiento en las escuelas que se pretende con la flamante asignatura de Educación para la Ciudadanía, por la que miles de padres han manifestado su rechazo, o la más novedosa denominada «Ciencias para el mundo contemporáneo». Al parecer, esta disciplina versará sobre cuestiones como el origen de la vida, la manipulación de células madre, la clonación y otros aspectos similares, ¿Se le enseñará a los alumnos que hay vida humana desde el momento mismo de la fecundación?.

A todos estos males se suman los problemas de violencia en las aulas, donde el enfrentamiento de alumnos contra alumnos y el no menos de las amenazas y agresiones contra el profesorado, el cual hace ya tiempo que, insólitamente, perdió toda la autoridad.

A todos estos síntomas, a la «pandemia educativa» se le une la ola de enfrentamiento que está suponiendo el laicismo imperante, se pretende retirar de las aulas el signo de paz y liberación que ha supuesto durante siglos el signo de la Cruz, ahora se nos pretende presentar como un signo de agresión y ofensa.

La vacuna contra esta terrible pandemia está inventada desde hace años sus ingredientes pasan por sacar a la educación del debate político, es necesario y urgente un pacto en materia de educación como la vía más acertada para trabajar juntos por sacar a nuestro sistema del oscuro panorama en el que se encuentra. Por otro lado, hay que educar en valores sino queremos que nuestros hijos sepan mucho de ordenadores -le van a regalara portátiles a todos los niños, lo cual es una buena idea- y de nuevas tecnologías... y no sepan usar correctamente el lenguaje para comunicarse, no busquen la verdad, no sean generosos o no sepan a dar a cada uno lo suyo, es mucho lo que nos estamos jugando entre otras cosas algo tan simple como nuestro futuro y el de nuestros hijos.

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