sábado, 28 de marzo de 2009

Carta a los periódicos de un profesor de Torrevelo

A nuestros gobernantes


Por José Guerrero González. Profesor del Colegio Torrevelo


Todos aquellos que tenemos alguna relación con los colegios Peñalabra y Torrevelo, padres, profesores, alumnos… llevamos dos semanas muy preocupados por la situación a la que nos han abocado nuestros gobernantes. A ellos va dirigida esta carta abierta en la que expongo mi opinión sobre este importante asunto.

Señores políticos y dirigentes de todos los habitantes de Cantabria: Lo que esperamos de nuestros representantes es que muestren capacidad de gobernar a todos los ciudadanos con justicia y equidad, pero también gran sensibilidad hacia las distintas formas de entender aspectos de nuestra sociedad tan cruciales como lo es el de la educación. Un tema sobre el que no siempre es fácil para la sociedad sostener unos mismos puntos de vista, unos mismos criterios, y a veces, ni siquiera unas mínimas garantías sobre el buen resultado de los pasos que se van dando. En todo caso, hemos de reconocer un mismo afán de mejora en todas las posturas.

El problema que se plantea en torno a la conveniencia o no de la separación de niños y niñas en los centros educativos podría ser uno de estos en los que las cosas no están del todo claras. Ciertamente, se argumenta que si se quiere una educación sufragada con fondos públicos, se deben aceptar las normas que establece la administración educativa correspondiente para el desarrollo de esas enseñanzas, sin más discusión. Sin embargo, eliminar la discusión o el debate, no parece lo más adecuado en una sociedad plural, que trate de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos y, sobre todo, en asuntos en que, a día de hoy, no se ha dicho la última palabra. Recientemente, hace apenas una semana, hemos conocido el resultado de un estudio realizado en Reino Unido publicado por el periódico The Guardian, en que, después de haber analizado las calificaciones de más de 700.000 alumnas británicas de secundaria, se concluye que “aquellas que estudian en colegios solo para chicas progresan más que las que asisten a clases mixtas” (El País, 18-03-09). Y no son pocos los ejemplos que defienden una educación diferenciada como una alternativa al modelo estándar de coeducación, o educación mixta. (El País, 13-02-08), para mejorar el rendimiento de los escolares. En Berlín, en Washington, en Suecia o en Canadá, hay experiencias de esta forma de educación dentro de la escuela pública que tienen su base en criterios estrictamente educativos. Podrá discutirse o no como un procedimiento más o menos válido, pero lo que para algunos significa un anclarse en el pasado para otros puede contemplarse como “un intento de superar los males intrínsecos del sistema” o “el fracaso escolar”. Los ciudadanos aceptamos sin problemas en otros ámbitos de la sociedad el criterio de la discriminación positiva para conseguir beneficiosos efectos sociales en pro de la igualdad; sin embargo, ¿encontramos correcto impedir siquiera una posibilidad para que en las clases pueda contemplarse una diferenciación que tiene su base y justificación en el diferente desarrollo madurativo, psicológico y cognitivo de los niños y las niñas? Médicos, especialistas en educación, psicólogos… advierten, incluso, diferencias biológicas y neurológicas en el aprendizaje

Queda dicho que el tema es controvertido. Pero lo que aquí, desde esta carta, se demanda es que se mantenga como la posibilidad de elegir para las familias entre un tipo de educación y otra, sin que esa elección se vea condicionada por criterios económicos. Lo que queremos es defender una libertad de elección que se fundamenta en los más de 15 años de competente labor docente y profesional, de la que hoy son testigo las quinientas familias que en la actualidad llevan sus hijos a nuestros colegios, y que está avalada por las más de trescientas que ya han pasado por ellos. Nuestro colegio cubre un espacio para la educación que hoy por hoy, creemos, no debe quedar fuera o excluido de los conciertos con la administración, en la medida en que nuestros gobernantes, que son nuestros representantes, quieran salvaguardar la libertad de elección de centro de una importante parte de la sociedad.

La grandeza de los políticos reside en su capacidad para saber gobernar a todos los ciudadanos con justicia e intentar satisfacer las necesidades de todos los contribuyentes sin limitar su libertad y respetando sus derechos.


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